sábado, 18 de mayo de 2013

Naturaleza, fisiología y actividad cerebral

En esta entrada nos adentraremos algo más en los beneficios de la naturaleza. Esta vez nos centraremos en los resultados de diversos estudios en los que se corroboran sus efectos a nivel fisiológico y cerebral.


Profundizamos algo más en los estudios de Roger S. Ulrich. Ulrich examinó la forma en que los paisajes naturales influían en la fisiología del estrés y en la actividad cerebral.
 
En uno de sus estudios descubrió que el contemplar paisajes naturales iba asociado a una mayor amplitud de ondas alfa, ondas que incrementan su actividad en estados de calma. En contraposición, la ansiedad está asociada a una menor amplitud de ondas alfa y a una mayor actividad de ondas beta. Las ondas alfa van asociadas a una mayor producción de serotonina, la llamada "hormona de la felicidad". La serotonina es un neurotransmisor que se encuentra principalmente en el tracto gastrointestinal y en el sistema nervioso central. Posee varias funciones como son la regulación del estado de ánimo, apetito, sueño, contracción muscular, o algunas funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje. Precisamente, los fármacos antidepresivos actúan reforzando la disponibilidad de serotonina.

En otra investigación posterior, Ulrich intentó confirmar los resultados anteriores pero esta vez haciendo mediciones del corazón, la piel y los músculos. Seleccionó a un grupo de alumnos a los que se les hizo visionar una situación estresante y posteriormente, o bien un documental de espacios urbanos o uno de espacios naturales. Se demostró que los estudiantes que visionaron paisajes naturales se recuperaron de forma más rápida y completa del estrés causado. Además, muchos de ellos mejoraron los indicadores de actitud mental positiva medidos mediante un test realizado antes y después.

Estos y otros trabajos de Ulrich abrieron la puerta a muchas otras investigaciones posteriores que han corroborado sus hallazgos. 

Roger S. Ulrich también se ha dedicado a observar e investigar los efectos de la naturaleza en los hospitales. Entre 1972 y 1981 realizó un estudio muy específico con adultos a los que se les había extirpado la vesícula biliar. Entre ellos se diferenciaban dos grupos: aquellos que durante el postoperatorio ocuparon habitaciones con vistas a un bosque y los que ocuparon habitaciones con vistas a una pared de ladrillos. Se obtuvieron resultados asombrosos: aquellos con vistas al bosque necesitaron menos días de hospitalización, analgésicos menos potentes, y tuvieron menos problemas postquirúrgicos.

Se han seguido realizando investigaciones en los hospitales en este sentido que corroboran los resultados. Ya sean las vistas a espacios naturales, las plantas en el interior del edificio, o incluso cuadros con motivos naturales, ayudan en la recuperación de los pacientes. Generalmente se observa una menor necesidad de uso de analgésicos, una menor presión arterial y ritmo cardíaco, un mayor nivel de energía, pensamientos más positivos y menor nivel de ansiedad.

Y no sólo eso. Otros estudios han detectado que la presencia de elementos naturales en prisiones, lugares de trabajo, centros de enseñanza, etc., reducen las visitas a los centros de salud y disminuyen de manera significativa el riesgo de baja por enfermedad. En concreto, en un estudio en 2010 en Australia, se observó que, a un grupo de participantes a los que se les suministró una planta para poner en su lugar de trabajo, los niveles de ira, ansiedad, pensamientos depresivos y fatiga se redujeron, en un período de tres meses, el 40%. Asimismo, decreció el nivel de estrés en un 50%. Por su parte, los resultados de los participantes que no contaron con la intermediación de una planta, indicaron que sus niveles de estrés se habían incrementado en más de un 20% en el mismo período.


Y, ¿qué pasa con nuestro cerebro?

 Investigadores californianos, a través de la resonancia magnética funcional, demostraron que vistas bonitas activan específicamente la parte anterior de la circunvolución del parahipocampo, en la que hay abundancia de receptores opiáceos. Estos receptores están conectados con las células cerebrales del sistema de recompensa de la dopamina, responsables de producir sensaciones de bienestar y activar la motivación requerida para una modificación positiva de la conducta. 

Las respuestas de los receptores opiáceos al activarse son variadas: las personas suelen sentirse menos estresadas, tienden a establecer vínculos emocionales, y los recuerdos negativos son menos recurrentes centrándose más bien en lo positivo. Se ha observado que personas con depresión tienen una menor actividad cerebral en la circunvolución.

También investigadores coreanos evaluaron las pautas de activación mental mediante resonancia magnética funcional mientras los participantes contemplaban paisajes naturales o urbanos. 

- La visión de entornos urbanos generó una mayor actividad en la amígdala  y en el lóbulo temporal anterior:
La amígdala se activa en respuesta a situaciones de peligro, y su actividad excesiva se ha asociado a la impulsividad  y la ansiedad. Cuando presenta un estado hiperactivo tendemos a priorizar recuerdos y experiencias negativos, lo que se traduce en un círculo vicioso. Lo bueno es que podemos recuperar el control tomando conciencia de nuestros procesos mentales, y dando prioridad a las emociones positivas, así como situándonos en entornos que propicien la menor o nula actividad de la amígdala. Y es aquí donde la naturaleza desempeña un papel importantísimo. En cuanto al lóbulo temporal anterior, éste se asocia a respuestas emocionales negativas como la ira y la depresión. 

- Las imágenes de la naturaleza, a diferencia de las urbanas, generaron una mayor actividad en el cingulado anterior y la ínsula: el incremento de la actividad en ambas regiones se asocia a estabilidad emocional y a una actitud mental positiva.

Fuente:
Eva M. Selhub y Alan C. Logan (2012). "El poder curativo de la naturaleza". Barcelona: RBA Libros. 






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