En psicología se distinguen dos
tipos de atención: la atención voluntaria o dirigida y la atención
involuntaria.
La atención voluntaria es una
atención selectiva en la que se hace un esfuerzo de concentración y enfoque constantes en aquella actividad o
tarea que estemos realizando. Mientras, la atención involuntaria es aquella que
surge de manera espontánea y sin esfuerzo por nuestra parte cuando realizamos
alguna tarea o fijamos nuestra atención en algo que nos fascina, que es de
nuestro interés, que nos motiva, y por tanto, nos absorbe.
Una atención voluntaria o
dirigida prolongada en el tiempo genera lo que se denomina “fatiga mental”.
Este tipo de atención no sólo genera fatiga por el esfuerzo en sí misma, sino
además tiene un coste extra al traer implícito la activación de las regiones
cerebrales encargadas de evitar las distracciones, que inhiben la tendencia a
pensar en otra cosa.
Como cada uno de nosotros se
habrá dado cuenta, el ritmo de vida actual y el exceso de estímulos y de
información al que estamos expuestos a diario hace que ese esfuerzo, esa
atención dirigida sea cada vez más complicada de prolongar en el tiempo. Iternet,
e-mails, el teléfono móvil, las redes sociales, los ruidos de la ciudad, la
cantidad de productos que tenemos a nuestra disposición y que tenemos que
seleccionar, y un largo etcétera; todo ello hace que muchas veces nos
encontremos “saturados” y necesitemos un respiro o momentos de desconexión.