Al llegar caminamos un poco disfrutando de la belleza del lugar, paisaje volcánico con una vegetación dominada por tabaibas y cardones, pero también otras tantas especies singulares y endémicas de las islas. Uno se queda asombrado con las proporciones que puede llegar a alcanzar un cardón... También es impresionante observar como la naturaleza se abre paso a través de las mínimas fisuras que se abren en el terreno...
El lugar te transporta y puedes incluso imaginar los movimientos de la lava durante la erupción, o adivinar los múltiples tubos volcánicos que discurren hacia el mar, algunos de los cuales han quedado al descubierto.
También paseamos bordeando la costa con el murmullo del mar de fondo. Y vimos las antiguas salinas.
Y como no, además hubo tiempo para un relajante baño y tomar un poquito el sol. Todos lo agradecimos mucho y disfrutamos, pero más aún aquellos que, por diversas circunstancias, llevaban años sin darse un baño en el mar. Sólo por eso valió la pena ir.
Y a todo el que nos lee animarles a que visiten el lugar. En él podrán experimentar la libertad como lo hicimos nosotros y como lo hace Zorba.
¡Muchas gracias por este día compartido!
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