En psicología se distinguen dos
tipos de atención: la atención voluntaria o dirigida y la atención
involuntaria.
La atención voluntaria es una
atención selectiva en la que se hace un esfuerzo de concentración y enfoque constantes en aquella actividad o
tarea que estemos realizando. Mientras, la atención involuntaria es aquella que
surge de manera espontánea y sin esfuerzo por nuestra parte cuando realizamos
alguna tarea o fijamos nuestra atención en algo que nos fascina, que es de
nuestro interés, que nos motiva, y por tanto, nos absorbe.
Una atención voluntaria o
dirigida prolongada en el tiempo genera lo que se denomina “fatiga mental”.
Este tipo de atención no sólo genera fatiga por el esfuerzo en sí misma, sino
además tiene un coste extra al traer implícito la activación de las regiones
cerebrales encargadas de evitar las distracciones, que inhiben la tendencia a
pensar en otra cosa.
Como cada uno de nosotros se
habrá dado cuenta, el ritmo de vida actual y el exceso de estímulos y de
información al que estamos expuestos a diario hace que ese esfuerzo, esa
atención dirigida sea cada vez más complicada de prolongar en el tiempo. Iternet,
e-mails, el teléfono móvil, las redes sociales, los ruidos de la ciudad, la
cantidad de productos que tenemos a nuestra disposición y que tenemos que
seleccionar, y un largo etcétera; todo ello hace que muchas veces nos
encontremos “saturados” y necesitemos un respiro o momentos de desconexión.
Aquí es donde juega un papel
importantísimo el contacto con la naturaleza y el trabajo en entornos naturales
y al aire libre. Ya en 1899, Max E. Witte, director del principal hospital de
salud mental de Iowa, dejó constancia de la importancia de potenciar la
atención involuntaria para la mejora de los procesos mentales, y cómo la
jardinería y los trabajos en granja cumplían un papel fundamental en ello.
Witte observó en miles de pacientes que el contacto con la naturaleza ejercía
un efecto profundamente beneficioso para los procesos mentales.
Teoría de recuperación
de la atención
Stephen y Rachel Kaplan
desarrollaron esta teoría proponiendo la naturaleza como un entorno ideal en el
que recuperarnos de la fatiga mental. Esta restauración cognitiva es propiciada
por la naturaleza gracias a su capacidad para suprimir la carga de cualquier
esfuerzo inhibitorio requerido en el mundo moderno.
Esta teoría propone cuatro
componentes que presentan los entornos naturales y que hacen posible esa
recuperación de la atención:
-
La sensación de estar lejos aunque físicamente
no lo estemos. Una simple visualización de la naturaleza hace que nos evadamos
de aquello que estamos haciendo.
-
La fascinación por el mundo natural que es
innata en nosotros y no supone esfuerzo alguno.
-
El sentimiento de estar en un mundo completamente
diferente. Un entorno natural lo suficientemente amplio que abarque todo nuestro
campo visual nos transporta aunque estemos en un parque en el medio de una gran
ciudad.
-
El sentimiento de conexión con elementos
naturales. Existe una especial resonancia entre dichos elementos y los seres
humanos.
Estudios posteriores han ido
confirmando y asentando esta teoría.
¿Por qué es importante
la restauración cognitiva?
Si el cerebro mentalmente
fatigado no se recupera de forma
adecuada, los resultados no serán óptimos:
-
La fatiga mental disminuye nuestra capacidad
para ignorar información irrelevante, magnifica lo que no es importante y nos
hace más proclives a las distracciones.
-
Cometeremos más errores y no seremos capaces de
reconocer fallos que reconoceríamos fácilmente si nuestro rendimiento mental
fuera óptimo.
-
Disminuye la habilidad para planificar de
antemano, para ser flexibles con nuestros pensamientos y para tener visión de
los detalles.
-
En un estado de fatiga mental nuestros
pensamientos y actitudes serán como si llevaran piloto automático, por lo que
seremos menos capaces de abordar una nueva situación o información.
-
Puede reducir la actividad física. La fatiga mental
genera un cuerpo cansado, esto hará que al realizar ejercicio físico
lleguemos con mayor rapidez al nivel
máximo de esfuerzo y la percepción del esfuerzo será significativamente más
elevada. Esto ofrece una explicación de por qué es tan difícil que las personas
mentalmente estresadas salgan de casa y hagan deporte.
-
Un exceso de trabajo que requiere una atención
cognitiva durante demasiado tiempo es la
situación óptima para que aparezca la ira y la impulsividad.
El destino final de la fatiga
mental no tratada es el agotamiento, la ansiedad, la depresión y la mala salud.
Y, por la misma razón, el estrés crónico, la ansiedad, la ira y la depresión
hacen que un individuo sea más vulnerable a la fatiga mental.
Naturaleza y cognición
La naturaleza es sin duda un buen
medio para mejorar la actitud mental y reducir la carga de estrés en nuestro
organismo, y, como tal, el hecho de mantener el cerebro lo más activo posible
durante el proceso de envejecimiento ejercerá beneficios a largo plazo. La
naturaleza, tiene el potencial de fomentar el crecimiento y reestructuración
continuada de las células cerebrales a lo largo de toda la vida, y mejorar así
la llamada “plasticidad cerebral”.
Se ha demostrado que pasear por
el bosque (en comparación con los paseos urbanos) se asocia a un aumento
significativo del neuroesteroide DHEA
(dehidroepiandrosterona). Este neuroesteroide disminuye con la edad y se ha
demostrado que su administración mejora el rendimiento cognitivo. Asimismo, el
cortisol (generado fruto del estrés y la ansiedad) interfiere en la producción
de DHEA, por lo que el estrés de la vida urbana no se lleva bien con la salud
cognitiva.
Se realizó un estudio en el que
se comparó grupos de urbanitas sanos y bien alimentados de sesenta a ochenta
años con sus equivalentes rurales, y se encontró que los residentes rurales obtenían mejores
puntuaciones en los test mentales utilizados para evaluar el desgaste cognitivo
y el deterioro cognitivo clínicamente relevante durante el proceso de
envejecimiento. También se detectó que los residentes urbanos presentaban un
mayor nivel de marcadores de estrés oxidativo en sangre, asociado en gran
medida con el deterioro cognitivo.
No se sabe hasta qué punto los
parques, jardines y bosques urbanos pueden ayudar a amortiguar el deterioro
cognitivo asociado a la edad. Sin embargo, hasta el momento todo indica que la naturaleza puede mitigar el deterioro
cognitivo en entornos urbanos.
Bibliografía
- Kaplan R (1973) ‘Some psychological benefits of gardening’ Environment and Behavior 5 (2), 145-162. Citado en Ealing (2006) ‘People–plant interaction: The physiological, psychological and sociological effects of plants on people’ En Farming for Health. The Netherlands: Springer, 43-55
- Kaplan S (1995) ‘The restorative benefits of nature: toward an integrative framework’ Journal of Environmental Psychology 16, 169-182
- Selhub E. M. & Logan A. C. (2012). El poder curativo de la naturaleza. Barcelona: RBA Libros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario